AFRODESCENDENCIA Y ESCLAVITUD
África es uno de los cinco continentes en los que están divididas las tierras del planeta. Situada al sur de Europa y al lado del Asia Menor, en su seno se desarrolló la raza negra, que proliferó en numerosos pueblos y se matizó con muchas culturas
La presencia de africanos se remonta a la conquista y tiene un proceso de aceleramiento a finales del siglo XVII y XVIII, cuando se les consideró necesarios para el desarrollo de las fronteras mineras y agrarias, ante la evidente crisis demográfica indígena.
África es uno de los cinco continentes en los que están divididas las tierras del planeta. Situada al sur de Europa y al lado del Asia Menor, en su seno se desarrolló la raza negra, que proliferó en numerosos pueblos y se matizó con muchas culturas
La presencia de africanos se remonta a la conquista y tiene un proceso de aceleramiento a finales del siglo XVII y XVIII, cuando se les consideró necesarios para el desarrollo de las fronteras mineras y agrarias, ante la evidente crisis demográfica indígena.
La gente africana que llegó a lo que hoy es Colombia provenía de vastos territorios del continente africano en calidad de esclavos. Los mandingas, yolofos y fulupos procedían de una región llamada el Sahel, donde el agua es escasa. Los branes, balantas y biáfaras, ararás y carabalíes eran oriundos del bosque tropical. Los monicongos, anzicos y angolas habitaban la selva ecuatorial congolesa. Todos estos pueblos trajeron consigo conocimientos antiguos acerca del bosque, del agua, de las especies vegetales, animales y minerales. Esos saberes fueron fundamentales en los procesos de adaptación que realizaron en todas las regiones del país a donde fueron conducidos: campamentos mineros situados en zonas selváticas, haciendas ganaderas y trapicheras de las sabanas del Caribe, casas en las ciudades y pueblos de las cordilleras. En cada uno de los oficios que les tocó desempeñar pusieron en práctica su creatividad, que nacía de los conocimientos heredados de la tradición y de la urgencia de resolver problemas inéditos en un mundo nuevo. El conocimiento de las plantas y animales de las selvas africanas permitió a los esclavizados en América apropiarse de manera rápida y eficaz de las posibilidades que la flora y la fauna americana les ofrecían para su sobrevivencia. Es importante insistir en que, si bien la gente africana procedía de zonas geográficas que guardan cierta similitud con aquellas a donde fueron destinados, como por ejemplo los bosques tropicales, éstas no son idénticas, por lo tanto fue necesario un largo proceso de reconocimiento y adaptación a los entornos americanos.
Los africanos van a recibir desde entonces un tratamiento especial signado por la discriminación y la desconfianza que se construyeron desde tres tipos de argumentos. El primero fue el racial, se les consideraba “negros” y por lo tanto inferiores a los blancos El segundo era ideológico, se les consideraba berberiscos o paganos, por provenir de zonas no controladas por los católicos por lo tanto peligrosos en cuestiones de fe, y El tercero fue de orden social y político, por provenir de las llanuras africanas existía en ellos una tendencia a la ociosidad y el libertinaje que iban contra el orden colonial. Todo esto llevó a que desde épocas muy tempranas las autoridades coloniales legislaran para establecer su forma de vinculación a la sociedad colonial, legislación que sentó las bases de rechazo social, de exclusión y de negación que, en muchos sentidos, persisten hasta hoy.
Lo anterior parece válido a pesar de que a finales del período colonial se presentaron diferentes movimientos sociales que no significaron un cuestionamiento profundo del orden social establecido durante los tres siglos de dominación española. Ellos no se caracterizaron por estar orientados a lograr la abolición de la esclavitud sino que, con muy contadas excepciones, se realizaron para cuestionar algunas medidas tomadas por diferentes autoridades coloniales que buscaron realizar alguna obra pública, racionalizar la administración colonial o lograr un mayor excedente económico de las colonias.
Esto no significa que algunos esclavos no mostraran un abierto rechazo a su condición social, lo que llevó a un proceso permanente y constante de demandas ante las autoridades que garantizaran el cumplimiento de alguna promesa incumplida de libertad, de un proceso de manumisión voluntario, el cambio de amo o demandas por maltrato. Todo llevó a que a finales del Siglo XVIII se legislara acerca de la forma en que los esclavos deberían ser tratados.
Veamos pues cual fue la herencia que nos vino del África:
1. Los pueblos no olvidan sus alimentos familiares. Al venir los negros a América trajeron los frutos a que estaban familiarizados: la patilla o sandia; el gombo que encontramos hoy en el departamento de Bolívar; el ñame y, posiblemente, varias especies de plátanos.
2. Asimismo los hombres se apegan a sus ritmos musicales. Cuando el negro se vio en América, y su padecer y el azote de sus amos le dieron tregua una de sus primeras aspiraciones debió ser la de reconstruir sus primitivos instrumentos musicales, un carrizo, una tambora, para modular con ellos una evocación de su patria perdida, y, al oírla, otros negros y negras debieron sentir el escalofrió de una alegría dormida en el recuerdo y saldrían al ruedo para revivir, a ocultas de sus opresores, su antigua y nueva danza, que es su manera de interpretar la alegría y la gracia, la belleza y el amor. Nació así la música Afroamericana.
3. Sin embargo la cualidad y dote más permanente de la raza negra habían de ser sus creencias religiosas y sus ritos, los cuales, a pesar de la esclavitud, tuvieron larga permanencia en tierras para ellos extrañas de América.
4. Entre los negros es notable el arte de los tejidos elaborados con hojas de palma. Es muy probable que muchas manifestaciones de esa habilidad y de esa gracia que presentan los objetos folklóricos americanos nos vengan del África.
5. La medicina negra, también el arte, envuelven en sí un elemento de terror mágico y sugestivo. El mismo se advierte en muchas de las prácticas médicas y en la personalidad de los curanderos populares en América y en los bailes hipnotizantes como el batuque.
6. Para el europeo, la muerte es tristeza fría y callada, para el indígena es fiesta y para el negro es alarde de sentimientos. También nuestros negros juntan a sus velorios todas las lamentaciones cargadas de dolor y cantan sus afras.
Como recuerdo africano podemos tomas también esa costumbre y habilidad con que las negras americanas llevan en la cabeza las ollas, los cantaros, a veces pesados, o también objetos ligeros, manteniendo el equilibrio y el ritmo de andar por senderos escabrosos y largos caminos.
Pero, sin duda, el aporte más considerable del negro a su nueva sociedad en América fue su cuerpo y sus dotes hereditarias, su pigmento y su piel, sus músculos y sus caderas, su pelo y su andar, su salud en los peores climas y su reciedumbre para trabajar en ellos.
Lo bueno y lo malo del África se debe aceptar como es y porque es parte de nuestra vida nacional. Porque a los negros se les debe culpar también la introducción de varias enfermedades en América tropical, una de las cuales, y no la menor, es la anemia tropical determinada por ciertos gusanos intestinales.
7. No es superfluo recordar, por último, la extraordinaria superioridad física del negro en los deportes ya sea como boxeadores, como futbolistas, beisbolistas, corredores y en casi todos los deportes de exigencia física.
Los africanos van a recibir desde entonces un tratamiento especial signado por la discriminación y la desconfianza que se construyeron desde tres tipos de argumentos. El primero fue el racial, se les consideraba “negros” y por lo tanto inferiores a los blancos El segundo era ideológico, se les consideraba berberiscos o paganos, por provenir de zonas no controladas por los católicos por lo tanto peligrosos en cuestiones de fe, y El tercero fue de orden social y político, por provenir de las llanuras africanas existía en ellos una tendencia a la ociosidad y el libertinaje que iban contra el orden colonial. Todo esto llevó a que desde épocas muy tempranas las autoridades coloniales legislaran para establecer su forma de vinculación a la sociedad colonial, legislación que sentó las bases de rechazo social, de exclusión y de negación que, en muchos sentidos, persisten hasta hoy.
Lo anterior parece válido a pesar de que a finales del período colonial se presentaron diferentes movimientos sociales que no significaron un cuestionamiento profundo del orden social establecido durante los tres siglos de dominación española. Ellos no se caracterizaron por estar orientados a lograr la abolición de la esclavitud sino que, con muy contadas excepciones, se realizaron para cuestionar algunas medidas tomadas por diferentes autoridades coloniales que buscaron realizar alguna obra pública, racionalizar la administración colonial o lograr un mayor excedente económico de las colonias.
Esto no significa que algunos esclavos no mostraran un abierto rechazo a su condición social, lo que llevó a un proceso permanente y constante de demandas ante las autoridades que garantizaran el cumplimiento de alguna promesa incumplida de libertad, de un proceso de manumisión voluntario, el cambio de amo o demandas por maltrato. Todo llevó a que a finales del Siglo XVIII se legislara acerca de la forma en que los esclavos deberían ser tratados.
Veamos pues cual fue la herencia que nos vino del África:
1. Los pueblos no olvidan sus alimentos familiares. Al venir los negros a América trajeron los frutos a que estaban familiarizados: la patilla o sandia; el gombo que encontramos hoy en el departamento de Bolívar; el ñame y, posiblemente, varias especies de plátanos.
2. Asimismo los hombres se apegan a sus ritmos musicales. Cuando el negro se vio en América, y su padecer y el azote de sus amos le dieron tregua una de sus primeras aspiraciones debió ser la de reconstruir sus primitivos instrumentos musicales, un carrizo, una tambora, para modular con ellos una evocación de su patria perdida, y, al oírla, otros negros y negras debieron sentir el escalofrió de una alegría dormida en el recuerdo y saldrían al ruedo para revivir, a ocultas de sus opresores, su antigua y nueva danza, que es su manera de interpretar la alegría y la gracia, la belleza y el amor. Nació así la música Afroamericana.
3. Sin embargo la cualidad y dote más permanente de la raza negra habían de ser sus creencias religiosas y sus ritos, los cuales, a pesar de la esclavitud, tuvieron larga permanencia en tierras para ellos extrañas de América.
4. Entre los negros es notable el arte de los tejidos elaborados con hojas de palma. Es muy probable que muchas manifestaciones de esa habilidad y de esa gracia que presentan los objetos folklóricos americanos nos vengan del África.
5. La medicina negra, también el arte, envuelven en sí un elemento de terror mágico y sugestivo. El mismo se advierte en muchas de las prácticas médicas y en la personalidad de los curanderos populares en América y en los bailes hipnotizantes como el batuque.
6. Para el europeo, la muerte es tristeza fría y callada, para el indígena es fiesta y para el negro es alarde de sentimientos. También nuestros negros juntan a sus velorios todas las lamentaciones cargadas de dolor y cantan sus afras.
Como recuerdo africano podemos tomas también esa costumbre y habilidad con que las negras americanas llevan en la cabeza las ollas, los cantaros, a veces pesados, o también objetos ligeros, manteniendo el equilibrio y el ritmo de andar por senderos escabrosos y largos caminos.
Pero, sin duda, el aporte más considerable del negro a su nueva sociedad en América fue su cuerpo y sus dotes hereditarias, su pigmento y su piel, sus músculos y sus caderas, su pelo y su andar, su salud en los peores climas y su reciedumbre para trabajar en ellos.
Lo bueno y lo malo del África se debe aceptar como es y porque es parte de nuestra vida nacional. Porque a los negros se les debe culpar también la introducción de varias enfermedades en América tropical, una de las cuales, y no la menor, es la anemia tropical determinada por ciertos gusanos intestinales.
7. No es superfluo recordar, por último, la extraordinaria superioridad física del negro en los deportes ya sea como boxeadores, como futbolistas, beisbolistas, corredores y en casi todos los deportes de exigencia física.
Isa
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